- Área: 165 m²
- Año: 2019
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Fotografías:Jose Luis Iniesta
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Proveedores: Roca, Caviti, Daikin, Pando, Thermochip, Vicente Camp SL
Descripción enviada por el equipo del proyecto. Se trata de resucitar una vivienda entre medianeras con 100 años de antigüedad y en estado de abandono.
Se sitúa en el barrio del Cabanyal de Valencia. Un barrio histórico de pescadores, que desde el mar se extiende tierra adentro en forma de retícula. Nuestra parcela es la unidad mínima en dicho orden, de forma rectangular, estrecha y profunda. Y la casa se pega a la calle, dejando un patio en su fondo.
La casa es única. Conserva sus muros de ladrillo macizo y sus vigas de madera. Entonces vimos su valor: lo ejecutado de esa manera artesanal, y la calidad de los materiales bien seleccionados y manufacturados.
La acción principal es consolidar la envolvente, la estructura horizontal y las cubiertas. Desnudar, desmontar y reforzar. De modo que se vacía el continente y se reduce todo a un esqueleto con el interior diáfano.
La casa es para una pareja joven con dos gemelos. Ya son vecinos del barrio, y saben que hay que mantener aspectos intrínsecos del propio edificio. Saben que necesitamos resolver las humedades, potenciar las ventilaciones cruzadas, que necesitamos el sol de invierno y que huiremos del sol de poniente.
Entonces, el proyecto se concentra en dar amplitud en planta baja, mientras que se retuerce en planta primera para incluir todo el programa solicitado.
En planta baja buscamos conectar dos fachadas opuestas, desde la calle al patio interior, desplazando todo el programa al lado de la escalera. Así, se construye un único espacio interior que conecta los espacios exteriores, generando un recorrido visual lógico desde el acceso hasta el patio.
En planta primera se aprovecha la altura libre existente para distribuir los espacios en vertical. Se crea un altillo para aumentar la superficie de los dormitorios. Y, como puesto vigía, se reconstruye una terraza que domina nuestro propio patio y el vacío formado por el resto de patios de la manzana.
La comunión entre clientes y arquitecto permite elegir la imperfección y aparente fragilidad del barro y la madera. En un momento en que se cuestiona al material imperfecto, que precisa concentración en su fabricación y colocación, que va a pedir mantenimiento; se decide seleccionarlo como respuesta humilde pero sincera con el lugar, con la propia casa.
La arcilla para los muros, para los tableros y tejas de la cubierta. Y para los pavimentos, que se extienden al exterior impasibles a las fronteras. La madera para las carpinterías, los muebles y mallorquinas. Y para la formación de escalera y altillos.
Con todo esto, la intervención es capaz de concentrar las fuerzas en la manipulación de la casa y de lo existente, aliándose a su memoria y a su manera de ser, a sus texturas y su relación con la luz mediterránea que la acecha y envuelve.
Y esta manipulación trata de transformar la casa en una versión mejorada de sí misma, llevada más lejos de lo previsto, para que perdure otro largo tiempo, esperando que el resto del barrio también lo haga con esos mismos valores que lo definen.